Y no lo digo por su alcalde.
Hace aproximadamente un año llegué a vivir a la capital de Colombia. Era lo que siempre había querido desde que me gradué del colegio. Estudiar en una universidad reconocida, con personas raras e intelectuales, profesores que te exigen más de lo que puedes dar, y enfrentarme a un mundo “independiente” desde temprana edad (para conocer la realidad de la vida). Con un intento fallido de hacer parte de la Armada Nacional, el cual creo que al final fue acertado, porque creo que hubiese durado un mes o menos ahí adentro, no sé si por pusilánime o porque realmente no tolero el régimen militar, los uniformes impecables (prefiero verlos en videos porno de bajo presupuesto) y ciertos protocolos, no son lo mío. Terminé estudiando una carrera administrativa que hasta el momento no me ha servido mucho, no sé si sea porque nunca fui el mejor estudiante o simplemente porque si quieres ser empleado en este país, las empresas te exigen que estudies y trabajes al mismo tiempo, no termines tus estudios, te retires, trabajes con ellos, y ganarte un sueldo miserable, porque si te pagan lo que te mereces, se reduciría la riqueza de los accionistas. Tenaz.
Sustenté mi tesis y a los 15 días ya estaba aquí, sin graduarme, estaba aburrido de la ciudad donde vivía. En realidad me estresan las ciudades pequeñas (entre otras cosas que me estresan). Es harto salir y ver siempre a las mismas personas haciendo los mismos planes todos los fines de semana, no hay planes alternativos, sin bares acogedores y asequibles, eventos culturales, la misma música, los chismes, el calor, el mismo lugar de diversión, el mismo centro comercial, la misma rumba… suficiente!
Llegué con la firme intención de hacer mi vida totalmente independiente: Aprender los quehaceres del hogar, ser autosuficiente para que nadie me dijera o reclamara por mis actos. Pero como no todo es color de rosa, me tocó pasar por muchas situaciones: desde un roomate psicópata que creo que si no me voy de ese apartamento como lo hice, fácilmente hubiese amanecido algún día castrado o degollado, o peor aún, castrado y degollado; hasta el lugar de donde me echaron sin ninguna razón específica (creo). En ese momento me di cuenta de que no podía vivir con nadie, la convivencia es muy difícil y más cuando es con personas que no conoces. Así que opté por vivir sólo, así se redujera mi presupuesto mensual. Finalmente lo logré, pero me di cuentas de algo: que las cosas que debía aprender para poder sobrevivir, no me gustaba hacerlas, como cocinar, desearía que me gustara hacerlo. Creo que tengo que razonar.
Después de cinco meses buscando trabajo en cualquier cosa, me convertí en una víctima más del capitalismo. Una empresa me dio la oportunidad laboral sin exigirme dos años de experiencia y que fuera estudiante de sexto semestre. Aparentemente el trabajo no era muy complicado, el horario era algo flexible y el salario “no era malo”. Lo tomé con muchas ganas, poco a poco aprendido a conocer los procesos internos y atender clientes que llegan con los guantes de boxeo de Hillary Swank en Million Dollar Baby a pelear por inconformidad con el servicio prestado y muchas veces cobros excesivos, por eso creo que mi ARP es de la misma categoría de la de un electricista de una empresa de energía, en cualquier momento un cliente insatisfecho puede atentar contra mi vida. Un tiempo después me di cuenta de que el horario no era nada flexible, que trabajar los domingos era un martirio, que es normal que durante los primeros días de trabajo te incapacites porque te enfermas del estrés que se maneja y comienzas a conocer las enfermedades laborales de las que tanto hablan en la televisión. Mi mano ya se queja del síndrome del túnel carpiano y creo que me han salido más canas de las que le debieron salir a Benedicto XVI con el escándalo de pedofilia dentro de la iglesia en los últimos meses.
Estuve a punto de dejarlo todo tirado y regresar a mi ciudad natal, dar un paso atrás… perdón, muchos pasos atrás. Me di cuenta de que es difícil ser adulto, hay veces que te dan ganas de salir corriendo y dejar todo botado sin importar lo que pase, sin importar que embarguen a tu codeudor del arriendo o que te reporten en centrales de riesgo por no pagar el servicio de internet y televisión, sin importar nada. Pero como la vida solo es bella en películas, me tocó ponerme los pantalones y seguir cumpliendo con lo que tanto deseé, que era estar acá, pasarla rico, divertirme, ir a conciertos, ir a eventos culturales, conocer otras costumbres, vivir con la soledad, caminar bajo la lluvia fría, hacer parte del caos, cocinar cuando es necesario, ver gente extravagante, disfrutar de mi música favorita en el sitio más improvisado de la ciudad, caminar por las calles, tener mi mundo. Todo esto porque Bogotá Rocks!
La idea de este blog es contarles lo pintoresca que me parece esta ciudad, donde se encuentra de todo (Literalmente), para que conozcan desde mi punto de vista las particularidades de lo que se supone es que la civilización de la Capital.
Nunca dejes de rockear!
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